viernes, 13 de noviembre de 2009

¡NOTICIÓN!


El fin de semana de finales de octubre me fui de picos pardos a Madrid con unas amigas. Cada una venida de un lugar de España fue todo lo genial que imaginamos en nuestro encuentro.
Ni que decir tiene que me bebí el agua de los floreros en la capital. Me entregué a la caña fría, al vino tinto con exquisita cena, al gin-tonic con risas y a mi recién descubierto carajillo (Aurora, no tengo palabras de agradecimiento por introducirme en el apasionante mundo del carajillo de baileys... bueno si, ¡gracias!)Ahora que lo pienso, a toro pasado, fue la despedida más completa y divertida que pude tener para comenzar la una nueva era, cual Gran Hermano 11, que se me avecina.

El lunes, extrañada ya de no recibir su visita, sumergí el predictor en un vaso de plástico. No habían pasado ni dos segundos cuando esas dos lineas se pusieron rojas. Me eché a temblar, un temblor que no pude controlar. Caminaba por el pasillo, que se me hizo eterno pensando cómo se lo tomaría él. Si, era deseado y buscado, pero si a mi me había impresionado tanto la noticia, mi Príncipe se iba a quedar muerto. Todo fue maravilloso. Su reacción y la de todo el mundo. El otro día lo comentaba con una amiga, jamás me imaginé una reacción de tanta felicidad y alegría en todo el mundo a quien le hemos dado la noticia de que vamos a ser padres.

Estoy preñá como una burra y soy totalmente feliz. Siento una alegría difícil de describir, nunca antes sentida. A nuestro bebé le llamamos de momento, Little Monster (Martí dixit) y ya mide medio centímetro. Se mueve y el sonido de su corazón es más bonito que el Marinero de Luces de La Pantoja.

Voy a ser mamá, ¿no te parece super fuerte?