sábado, 26 de julio de 2008

AQUÍ ESTARÉ EN 6 DÍAS...



Me acaban de enviar las direcciones de las páginas web de los hoteles en los que nos quedaremos en Tailandia. Y me va a dar algo de la emoción. La primera semana la pasaremos en Pucket en este "modesto" hotel-spa que aparece arriba, que nos sale 31€ la noche a los dos... Socorro, viendo la página, en la zona spa, hay millones de tratamientos faciales y masajes corporales a dos duros...

Y en Bangkok nos quedaremos en este hotelito cinco estrellas "gran lujo"( como me gusta decir esto). Al módico precio de 20€ la noche, por ser invitados a la boda, que se celebra ahí y porque la madre de la novia trabaja en el hotel.

Ya vamos sabiendo más cosas de la ceremonia. Nos tendremos que despertar para estar listos a las 3 de la madrugada, por lo que estamos valorando si acostarnos o no. Iremos con el novio a casa de la novia en donde los maquillarán y los prepararán para la ceremonia tailandesa a la que iremos a las 7 de la mañana, al templo. A medio día un cocktaill en el hotel y a las 7 de la tarde la "boda europea".






La última foto es parte del spa en el hotel de Bangkok en el que estaremos siete días. Quien me verá ahí tirada, recibiendo masajes y tratamientos de belleza después de largos días de patearnos la city, de visitar templos, de comer alacranes fritos, de comprar bolsos de Prada y Chanel a 10 €.








Y a todo esto, sigo sin traje para la boda. El lunes voy a tirarame a esas tiendas en su búsqueda... Juradito.


martes, 22 de julio de 2008

SI. YO VIVÍ LA CRISIS DE LOS 30

Soy una fanática de las cremas para la cara, los contornos de ojos, las exfoliantes, la limpiadoras, los tónicos, los desmaquillantes, el agua de rosas…Pido al Señor casi todas las noches no encontrarme en Tailandia botecitos de La Mer o de Strivectim a 10 €. La crema de La Mer está considerada como una de las mejores cremas hidratantes del mundo. Y la Strivectim es la más eficaz antiarrugas del mercado (que yo aun no tengo, pero ya llegarán). La historia es curiosa, porque se lanzó al mercado americano como una crema que prometía hacer milagros sobre las estrías y hacerlas desaparecer, y a alguna flipada se le ocurrió ponérsela en la cara, y cuando al día siguiente se miró al espejo, vio que tenía un lifting echo y barato, así comenzó su fama mundial.

Mi devoción por las cremas no es de hace mucho, todo tiene un principio, una razón.

Viví la crisis de los “30”. Lo único es que yo la sufrí a los 28 años.
No sé muy bien como empezó la vorágine de mi crisis, fueron tiempos duros y de aceptación. Recuerdo leer en “El País Semanal” un artículo sobre la importancia de cuidarse, de prevenir, de hidratar… y si a eso le unimos que ya había empezado mi época de catarsis interior, pues me debió de rematar.

La crisis no me dio ni por la depresión, ni por la agonía, ni por llorar, ni por ansiedad (estados de ánimo con los que normalmente convivo sin problemas), a mi me dio por tirarme a esas calles a comprar cremas.

Mi padre, que intenta no perderse mis momentos históricos, me acompañó en esa primera compra. Entramos en la perfumería y el dije al señor: “hola, tengo 28 años y quiero cremas para prevenir los futuros signos de la edad. No me cuido la cara, no me desmaquillo, y no me la hidrato. Había pensado en algo de Chanel…” Salí de allí con una bolsita que contenía un contorno de ojos, una crema hidratante y preventiva y un limpiador, y con ciento y pico euros menos. A partir de ese día nunca he dejado de desmaquillarme cada noche, de exfoliarme la cara cada dos semanas, de ponerme contorno dos veces al día y de ser esclava de todo ello. ¿Hay algo en el mundo que de más pereza que desmaquillarse por la noche? Sin contar cortarse las uñas de los pies… Todas las noches pienso en no hacerlo, pero en seguida me invade un sentimiento de culpa y me hace recordar todas las entrevistas de las famosas cuando le preguntan, por ejemplo a Elsa Pataki, tan feita ella: Elsa, ¿cuál es tu truco de belleza para mantenerte tan guapa? Y ella contesta (bueno no, TODAS contestan): “beber mucho agua, hacer ejercicio y no acostarme jamás sin desmaquillarme la cara y aplicarme una crema hidratante”. Así que todas las noches lo hago. Todas. Una cruz como otra cualquiera.

En medio de mi crisis me ocurrió algo que me ayudó un poco a superarla y que cambió mi vida. Una mañana estaba trabajando cuando entró un comercial de “El Corte Inglés”. Llegó a mi mesa y después de presentarse, me dijo: “Vengo a ofrecerte la tarjeta de “El Corte Inglés…” Me levanté, le miré a los ojos y le dije muy seria: “no sigas, no pierdas ni un segundo conmigo, tener esa tarjeta es una de las ilusiones más grandes de mi vida. Sueño con comprarme un bolso repleto de CH y estar tres años pagándolo con ella, así que vete a convencer al resto de la empresa, que a mi ya me tienes ganada”. Él me miró con una cara de asombro y se empezó a reír, debió pensar que estaba loca. Normal.

Esperé aquella tarjeta como agua de mayo. Al mes me llegó una carta que ojeé a toda prisa y que no queriéndome enfrentar a la realidad, no pude terminar. Estaba acompañada de un formulario con millones de casillas para rellenar. Llamé a mi padre de urgencia para que me diera su opinión. La leyó despacio y con gesto serio, y al terminar me dijo: “mira, la carta se resume en la última frase, que ya te digo no te va a gustar, dicen que el comité de crédito tiene dudas, y eso después de llevar tantos años trabajando en banca significa que no te la van a dar. Como última opción voy a rellenar el formulario poniendo algunas verdades a medias, como que el alquiler del piso de tu madre lo cobras tu y alguna cosilla más, pero no te hagas muchas ilusiones”.

No quiero ni saber las nuevas propiedades y los ingresos que mi padre puso, pero a las dos semanas me llegó otra carta diciendo que podría recoger mi tarjeta en el centro más cercano. ¡Qué alegría!

Mi padre me dijo que por nada del mundo se iba a perder el numerito que iba a formar cuando me la dieran y mi primer desfalco con ella y me acompañó, como no.

No recuerdo lo que compré aquella tarde, y me duele. Tenía que estar en un estado de enajenación consumista que solo recuerdo que nos reímos muchísimo. Una amiga me dijo al poco: “esa tarjeta es el diablo, desde que la tienes nunca dejas de pagar la mensualidad” ¡Ay Anita, qué razón tenías! En tres años nunca he dejado de pagar los 45 € que me puse de cuota. Cuando la tengo vacía me digo, vamos a darnos un garbeo tú y yo a darte un poco de caña, que algo mono seguro que encuentro.

jueves, 17 de julio de 2008

CASI MUERO EN EL INTENTO


Llevaba tres semanas buscando coche. Algo que no me motiva nada, es algo puramente necesario para ser más libre, ir a trabajar y para desterrar de mi vida el transporte público.

Primero fui con mi Príncipe. Al tercer día de ver coches, supongo que notando mi apatía, me dijo: "no cuentes conmigo para comprar el coche, aun no se que coche quieres, ni lo sabes tú".

Mi plan B era mi hermana. Con mil amores vino a buscarme el lunes para ayudarme. Visitamos tres concesionarios. Ella siempre delante y yo con cara desencajada, detrás. Mi hermana hablaba por mi, repitiendo siempre mis únicos tres requisitos: "quiere un coche pequeño, con aire acondicionado y que no sea rojo".

En el último que entramos, preparada ya para recitar la frase, me miró a mi, luego al vendedor y dijo: " quiere un coche...., bueno, yo ya no se que coche quiere". Al salir de allí, agotada por mi, me sentenció: "no cuentes conmigo para comprar tu coche, no sabes lo que quieres, entras en las tiendas con una cara de mártir que parece que vas a comprar un ataúd, vas hasta sin colorete. Cuando tengas claro el que quieres, me llamas, antes no".

Tuve que meditar mucho quien iba a ser mi próxima víctima, a este paso me iba a quedar sola en el mundo por un coche. Pensé en mis padres, pero entre que no tienen ni idea de motores, caballos, kilometrajes (como yo) y para evitar más conflictos familiares, los dejé como última y desesperada opción.

Le mandé un email de S.O.S. a mi amigo Ramón. Es integrante de mi peña de fútbol y sabe de todo. Te puede responder sin dudar cuantos goles marcó Butragueño en su tercera temporada con el Madrid, decirte la capital de cualquier país del mundo, darte la receta del cabello de ángel o decirte el nombre del toro que mató a Paquirri ( bueno, eso igual no lo sabe. Ramón: a Paquirri lo mató Avispado) Me respondió a los cinco minutos, diciéndome que quedaríamos para comprar mi coche, me tranquilizó diciendo que lo encontraríamos en una tarde. Le advertí que era más que probable que terminara nuestra amistad ese día, se rió diciéndome que no, que tuviera fe.

Con puntualidad inglesa, a las seis de la tarde me estaba esperando en la puerta de casa. Yo bajé corriendo que por poco no me mato, recordando las palabras que antaño me contó: "yo no espero por nadie ni cinco minutos, soy puntual, si quedo contigo y no estás, ahí te quedas".

A las seis y veinticinco de la tarde estaba firmando la reserva de mi coche. Un coche gris, muy bien de precio y con 9.000 km, un 1.200 con 80 caballos ( si alguien sabe para que sirven los caballos, que me lo diga) Mientras el señor de la casa me sacaba los papeles, le dije a mi amigo, totalmente eufórica que este fin de semana me ponía a grabar la música para mi coche. "Lo primero un recopilatorio de La Pantoja, que luego dicen que es gafe y gracias a ella ganamos la Eurocopa". El comercial estaba intentando hacer unos esfuerzos enormes para no reírse cuando Ramón me dijo: "ya está. Bautizado: ya tienes tu Pantoja".

Ahora mi hermana quiere que se llame Paquirrín a secas y yo ya no se que nombre ponerle al coche.

Ramón: como no tengo palabras para agradecértelo, te pagaré con una buena botella de vino, una tortilla de queso palmero con plátano y un taper de croquetas que te hará mi madre.

martes, 15 de julio de 2008

PERDÓNAME SEÑOR PORQUE HE PECADO

A continuación voy a enumerar los pecados que cometí el sábado y lo que sentí con cada uno de ellos. Algunos son fuertes, incluso criticables. Seguramente a muchos se les caerá el mito sobre mi persona y pasaré de estar en un pedestal, a hundirme en la más profunda de las cloacas. No iba a ser perfecta tampoco. De algunos me arrepiento un poco y de otros nada. Ahí van.

Devolver un traje en Massimo Tutti que ya había estrenado: me dio un poquito de apuro, lo aireé en casa durante dos días, pero el traje me lloraba encima (me quedaba fatal) y yo no tengo la culpa de que las etiquetas de esa tienda se unan a las prenda con un minúsculo imperdible. Es la primara vez que lo hago, pero no juro que será la última.

Cambiar el traje y la camisa que me compró mi padre y llevarme cinco prendas de ropa que me hacían mucha falta: una felicidad maravillosa que me duró un par de horas, hasta que me empezó a pesar la bolsa.

Comprarme tres camisas en Oysho a 3,95€ cada una: una satisfacción que solo entenderán los compradores de cosas a menos de 5€, chinos, de “casi todo a 150”, etc.

Pagar 12€ por unos taconazos en Blanco, de fondo negro, con lunares blancos y tacón rojo que parecen de mi paisano Manolo Blahnik y que se que no voy a soportar en los pies más de media hora: alegría y euforia (y dolor de cabeza pensando cuándo y con qué los estreno)

Adquisición de pijamas y ropa interior en Women Secret: ahí pagué 34€ y eso ya me dolió un poquito, pero cuando llegué a casa y me lo probé, me olvidé de todo.

Traje para la boda de Tailandia: cero (pequeña frustración y recuerdo de las palabras de 4denoviembre al decirme “el tiempo se te echa encima”)

Regalarle una camisa a mi Príncipe y otra a mi Cuñi por 5.95€ cada una, de Zara: la alegre satisfacción que me da hacer regalos, que me gusta más que recibirlos.

Comerme cuatro montaditos y dos cañas con mi amigo Pablo y hacer un SIMPA (irnos sin pagar un euro) como la copa de un pino: uf, eso estuvo muy feo. Lo sé. Empezó como una broma y me vi huyendo de allí con la risa floja de los nervios y totalmente avergonzada. Como atenuante diré que la camarera nos trató fatal y que horas antes nos habíamos gastado 5.95 € en el mismo sitio por dos montaditos y dos cañas. Nunca mais.


Llegar a casa con 16 cosas nuevas habiéndome gastado 98 €: no tiene precio.

viernes, 11 de julio de 2008

MI AMIGA ELSA


El martes fui a un acto en el que nombraban a mi amiga Elsa López, “Mujer Canaria 2008”.
Elsa es escritora de poesía, novela y ensayo, columnista y un largísimo etcétera que sería imposible de reproducir, porque su curriculum es más largo que la muralla china.
Hace diez años, cuando pasé una época muy dura en la que caí en un pozo del que me costó mucho salir, ella apareció por casa, me sacó de la cama y me llevó a un paraíso que se llama Garafía. Un pueblo silencioso de La Palma en el que tiene una casita rural. Su refugio. Me mimó, me cuidó y me dio lo mejor que puede dar: conversaciones que me hicieron salir por momentos del agujero oscuro.
Elsa: nunca olvidaré aquella cena de papas revueltas con huevo y cebolla y cuando me despertabas por las mañanas con un aguita de toronjil.
Esos dos días fueron un pequeño oasis en medio de mi dolor.

Aquí les dejo una poesía suya que me gusta mucho, de las miles maravillosas que tiene.
Tan sencillo este amor
tan luminoso,
y tu no aciertas nunca
a saber de verdad lo que me pasa.
Lo que me pasa, amor,
es que te quiero,
es que el aire se agrupa de corceles,
golondrinas de mar,
garzas azules.
Lo que te ocurre, amor,
es que eres tonto,
que mi amor se ha quedado
flotando entre los brezos,
y tú no aciertas nunca
a saber de verdad lo que me pasa.
Tú que lo sabes todo,
y que lo adivinas y comprendes.
¡Qué tonto eres, amor!
¡Que tonto eres!


www.elsalopez.com

jueves, 10 de julio de 2008

LA MÁS GRANDE


Tenía ocho años cuando murió Paquirri. Recuerdo a toda mi familia en el salón de casa de mi tía viendo Informe Semanal. Fue un drama, una conmoción para ellos, más tarde supe que para España entera. Miraba todo con expectación y curiosidad, no conocía ni al torero ni a su joven viuda. Aquello tuvo que impactarme de alguna manera inexplicable.
Mi madre, atesorando siempre la historia, grabó en vídeo el reportaje. Pude ver en los años siguientes la agonía y muerte de Paquirri más de cincuenta veces, podría recitar sus palabras sobre la camilla de memoria, el entierro, su viuda con la cara desencajada llevada en volandas por sus dos hermanos…lo recuerdo todo.
Así fue como empezó mi amor por Isabel Pantoja.
Nunca olvidaré aquella noche de su reaparición en el teatro ante la Reina, presentando su “Marinero de Luces”, disco que tuvo que grabar prácticamente sedada y que ha sido el de mayor éxito en aquellos años y en su carrera. Con túnica blanca, tiara de brillantes, labios rojos y las dos alianzas en su dedo. Al final sacó a Paquirrín, que tendría unos dos añitos y aun era un niño bonito, con una rebeca de angorina azul celeste. Antes de eso, su exclusiva en "Hola" por la que le pagaron 25 millones de pesetas de la época en la decía que lo había pasado tan mal que ni si quiera podía cuidar a su hijo recién nacido, que había deseado morir para estar con él.
En el año 2000 me fui al Parador de Córdoba donde hice mis prácticas de fin de carrera durante seis meses. A los tres días de llegar, ya toda la recepción sabía de mi pasión por Isabel. Cuando una tarde mis compañeros me enseñaron un fax en el que se confirma su reserva para dentro de tres días, casi me da algo. Me pasé todas los días siguientes canturreando “Se me enamora el alma”, “Marinero de Luces”, “Pensando en ti”…
La fecha señalada me pinté como una puerta y nerviosa me fui a trabajar y a esperar la llegada de mi diva. De repente la vi entrar, con un traje blanco lleno de flores rojas, recta, altiva… Me entraron unos nervios que me bloqueé, no pude decirle nada, me temblaban las manos porque la tenía a un metro. Mi compañera Susana, que percibió mi parálisis, le dijo: “Señora, esta chica es de Canarias y quería saludarla porque es muy fan suya”, ella, con una sonrisa falsa que demostraba que estaba harta de conocer gente dijo: “vale”. Salí de la recepción, me acerqué y me dio dos besos. Me llamó la atención que era más bajita que yo y que llevaba el pelo de la cara y de los brazos teñido de rubio (si, lo del bigote no es una leyenda urbana) Si hubiera sido una fan común, habría dejado de serlo en ese momento, fue fría y distante, pero como la adoro, me dio igual.
Mi compañero que le llevó las maletas a su suite, iba tras ella y su séquito: peluquero, maquillador, asistente y María Navarro su manager. No se percataron de su presencia y cuando La Pantoja abrió la puerta de la suite dijo: “Ea, pues ahora meamos y nos vamos”. ¡Qué grande!
Luego vino Cachuli, el “dientes, dientes que eso es lo que les jode”, el Tomate y el “¡no me vais a grabara más” grito de guerra a las puertas de Cantora y que siempre he querido para politono de mi móvil. A pesar de todo, mi admiración por ella, incomprendida por mucha gente, nunca se desvaneció.
El año pasado me llegó un sms de una amiga que decía: “La Panto viene a Tenerife, página 115 de el periódico El Día”. Por fin. La iba a ver.
Las entradas se ponían a la venta en la otra parte de la isla a las diez de la mañana, a las ocho ya tenía plantada a mi prima allí. La entrada 00001 la tengo yo, guardada como oro en paño.
Llegamos al sur, mi madre, una amiga y mi prima (la que se fumó las dos horas previas para conseguir las cuatro primeras entradas). Una hora antes, sentadas merendando en una terraza, se empezó a oír un barullo de gente. Cuando miramos y vimos que el alboroto era porque paseaba por allí Paquirrín con un amigo, todos empezamos a aplaudir. Incluso en medio de la exaltación se oyó algún grito de “guapo” y todo. Flipante. Mi amiga no paró hasta conseguir sacarnos una foto con él. Podría escribir muchas cosas de ese pobre chico víctima de una fama que nunca buscó y se le vino impuesta, pero solo diré que con nosotras estuvo encantador.
Cuando ya sentadas empezó a sonar “Francisco Alegre”, todo el mundo en pie, y la vi salir, recta, altiva, con peineta y bata de cola, me entró tal ataque de llanto que solo mi madre entendió, mi amiga hasta se asustó. Tantos años esperando verla y la tenía delante.
Genial, insuperable, divina…maravillosa. Superó mis altísimas expectativas. No lo olvidaré nunca.
El concierto fue un domingo y el miércoles siguiente, a Isabel Pantoja se la llevaban detenida a los calabozos a declarar por el “Caso Malaya”. Ni todos los cumpleaños de mi vida juntos superarán los sms y llamadas que recibí ese día. Todo el que me conoce sabe de mi amor por la que para mi es La Más Grande.

lunes, 7 de julio de 2008

¿REBAJAS? NO, GRACIAS.

Me hice el firme propósito de no ver las rebajas ni de lejos, ni olerlas. Con un argumento sólido que es mi próximo viaje a Tailandia, tengo que ahorrar y a penas me queda tiempo para hacerlo. Pagué los pasajes con la todopoderosa VISA que en cualquier momento saldrá de mi cartera para prenderse fuego ante mis ojos y estoy buscando coche que después de ocho años de tener carne y de desplazarme en guagua ( autobús en la Península ) tranvía y en el coche de mi Príncipe, ya es hora.

Pues bien, mi NO a las rebajas se esfumó a las diez y cuarto de la mañana. Estaba en Santa Cruz realizando gestiones relacionadas con mi trabajo y me llama mi padre para citarme en la calle principal de la capital, atestada de todas las tiendas que visitamos los mortales que sufrimos de esa enfermedad terminal llamada consumismo. Tentada estuve de decirle que no, pero hacía tres días que no lo veía y ya tenía mono. No tenía a penas tiempo de escaquearme más del trabajo, así que me juré a mí misma repitiendo diez veces la frase: “no pisarás una tienda”. Y así hasta diez.

Nos citamos en la puerta de Mango. Estupendo, Mango, el templo de las Penélopes. Las odio, ¿no pueden diseñar algo feo? Le vi parado en la esquina, esperándome con el móvil en la mano llamándome para que me diera prisa. Dude. Fueron décimas de segundo en que todo giró a cámara lenta, tenía a mi padre a cinco metros y la puerta de Mango a dos… Entré en el templo de las Pe. Como una posesa hice un reconocimiento en menos de diez segundos, ansiosa por descubrir un traje para la boda en Tailandia, no llegué ni a la mitad de la tienda. Mi padre entro, me dio un beso y me dijo que nos fuéramos. Bien, estuve en Mango menos de un minuto y no compré nada. Lo estaba consiguiendo.

Papá, cual genio recién salido de la lámpara de Aladino, me llevó unos pasos más abajo y me metió en Massimo Dutti. Subíamos las escaleras mientras le insistía en la prisa que tenía. No sabía que quería de mi. Pensé unos segundos si su plan era torturarme, pero él no conocía mi promesa de “rebajas no, gracias”. Al llegar me dijo una frase que me volvió loca y que no terminé ni de escuchar, porque me lancé a sus brazos llenándolo de besos: “elige lo que quieras que te lo compro”.

Tengo un traje muy mono gris y una camisa muy fina color mostaza que enamoró a mi progenitor y que luego me enloqueció cuando me la probé en casa. Cuando estaba en la cola de quince personas para pagar ( yo no, menos mal), llamé a mi Príncipe para decirle: “mi padre es la bomba”. Reflexioné sobre la crisis. Las tiendas estaban atestadas de gente con colas gigantescas. ¿Hay crisis realmente?

No iré más, prometido.

Ya, mi palabra no es muy de fiar, lo sé. Solo tengo que buscar un traje maravilloso para la boda…Solo eso, juradito.

miércoles, 2 de julio de 2008

BENDITO PALEOLÍTICO

En el año 2001 me fui a vivir a Oxford. Me me fui con un trabajo que me consiguieron en una agencia de asistenta de dirección de un pequeño hotel con solo 22 habitaciones. Cuando me entrevisté con el Director del hotel por teléfono me dijo que me podía conseguir alojamiento en la casa de una señora que trabajaba por horas en la lavandería del hotel. Acepté sin pensármelo y para allá me fui, sin saber cuanto tiempo estaría y con un inglés que yo creía aceptable, pero que en cuanto llegué me di cuenta que era lamentable.
Tengo la suerte de que tengo una prima viviendo cerca de Londrés y me quedé en su casa cuatro días antes de llegar a mi destino.

Mi primera sensación cuando empecé a conocer Inglaterra, es que en vez de venir de España, venía del Paleolítico. En las estaciones de tren habían ordenadores de pago a modo de cabinas de teléfono para conectarte a internet, en los centros comerciales había baños de hombres, de mujeres, de minusválidos y para madres con hijos pequeños: con sillones para darles cómodamente el pecho, cambiadores de bebés. No me lo podía creer. También me llamó la atención que los semáforos pasaran por el amarillo antes de cambiar al verde, y no solo al contrario como aquí, y desde que te colocabas en el paso de peatones para cruzar todos los coches paraban de inmediato. En los supermercados, al terminar la compra si pagabas con tarjeta, la cajera te preguntaba si querías dinero en efectivo y en caso afirmativo te lo daba y te ahorrabas pasar por el cajero. Nunca había salido de España y me parecía todo tan moderno...

Cuando llegué al hotel, me pareció horrible de entrada, luego empecé a cogerle el punto hortera de las paredes empapeladas de unos estampados imposibles y hasta me terminó gustando. Bueno, no.


Pero lo mejor estaba por llegar cuando entré en la que sería mi casa. ¡Ay Dios! Era en un barrio muy humilde, por no decir pobre, pobre y los dueños de la casa eran un matrimonio de 70 años.


Él era igualito al actor que interpretaba Fredy Kruger, que también era el lagarto de "V" que vivía con la resistencia, pero con treinta años más, posiblemente el señor más feo que he conocido nunca. Ella, Mikie, una señora encantadora que me recibió con mucho cariño. En la casa había otro inquilino, se llamaba Wellintong y era un perro que tenía 15 años, que nunca corrió, ni ladró y que siempre me pareció que estaba al borde de la muerte, viendo el túnel con la luz al fondo, vamos. No soy amante de los animales, probablemente porque nunca los he tenido, y juro que en los seis meses que viví allí nunca lo toqué. Welly, desprendía un olor insoportable que luego supe por el anterior chico que vivió allí durante dos años, que nunca lo habían bañado. En los seis meses que yo estuve allí, tampoco.


La tarde en que llegué con mi prima y su familia, nos percatamos pronto de que el matrimonio no tenía ni idea de español. A la media hora de llegar le comenté a mi prima en voz baja, por si acaso: " la señora me dio olor a bebida", ella me dijo que había notado lo mismo pero que luego se había dado cuenta de que era de un caramelo que tenía en la boca.


El caramelo resultó ser una botella de whisky que se bebía en un día y que mezclaba con cerveza de 8,5º. Aparentaba tener 10 años menos de los que tenía, claro, estaba conservada en formol, y aunque era un encanto, a partir de las seis de la tarde se ponía cariñosa y me decía :"I'm your second mother, I love you.....". Entonces me metía en el cuarto para no verla ir dando tumbos hasta la habitación.


En los meses de invierno en los que anochecía a las cuatro de la tarde y el frío no me dejaba vivir, me salvó la lectura, Mi País del domingo que me llegaba el lunes y me costaba 600 pesetas y las llamadas diarias de mis padres gracias al Europa 15.


Una mañana me levanté a las siete de la mañana para ir a trabajar y la vi bebiendo directamente de la botella de whisky, empinando el codo en el sentido más literal de la expresión, ese día decidí venirme a casa. Volver al Paleolítico de mi alma, que es donde mejor se vive aunque tengas que poner cara de pena y suplicar para que los coches se paren en los pasos de peatones.