miércoles, 24 de septiembre de 2008

VENDO A PAKIRRÍN POR 200 €

Esta es de esas semanas en las que lo que más me apetece es rezar con todas mis fuerzas para que pase rápido y termine de una vez. Todo me sale mal, hasta me estoy pensando poner la primitiva por si se rompe la máquina, porque tocarme ni de coña, lo sé. Y como dice mi compañero de trabajo, solo llevas dos, aun te queda una más para completar el trío de la mala suerte… Pero empecemos por el principio.

Lunes por la mañana. Se me pegan las sábanas, la almohada y el edredón. Cuando me cuesta levantarme por las mañanas siempre me levanto maldiciendo al culpable de no meterme en la cama antes de las once. Este lunes me tocó levantarme y acordarme de toda la familia de Mercedes Milá, de Zeepeling y de todos los que hacen Gran Hermano. Iba yo en mi Pakirrín, pensando en tanta persona y personaje, en como encuentran a esa gente por España, o en realidad, como esa gente encuentra un camino en Gran Hermano y se atreven a perder algo tan esencial para mi como el anonimato. Pues en eso iba yo entretenida camino al trabajo cuando le di un “golpecito” a un pequeño muro que separa las vías del tranvía, controlé el coche y seguí pensando que le había dado un buen chuchazo, pero orgullosa de lo bien que había manejado el volante y de lo airosa que salí de la situación (por ir pensando en Gran Hermano) No más de un kilómetro más adelante, se me colocó un coche en paralelo y el conductor, muy gentilmente, me gritó que había dejado el tapacubos por detrás y que “mejor subes y lo coges”. Dada mi poca idea de coches, después de las darle las gracias continué unos metros intentando visualizar un tapacubos y al mirar la hora que era y la vuelta que tenía que dar para ir a buscarlo, decidí dejarlo por el camino y seguí rumbo a mi trabajo al volante de mi Pakirrín, como una diva. A los cinco minutos y ya muy cerca de mi zona de aparcamientos en batería (tengo miedo escénico a aparcar con un coche detrás y desde que me lo compré no lo he hecho nunca, ya lo se, increíble) ya empecé a notar que algo no iba bien. Al pararme para aparcar vi que tenía la rueda picada y totalmente en el suelo. Allí que lo dejé y me fui al trabajo. Más tarde un compañero me daría una lección práctica de cómo cambiar una rueda, que me pareció asombrosamente fácil, más que aparcar eso seguro y a la tarde al taller. “Una ruedita te saldrá unos 60 €” me decía todo el mundo. Factura real: dos ruedas nuevas (las mías no se fabrican ya y hay que ponerle las dos de delante), la llanta tocada, alinearlas y mano de obra: 200€. ¡Y todo eso un lunes!

Anoche gala de expulsión, me volví a dormir a las tantas y esta mañana pensando yo en el porque de que España siempre echa de la casa de Guadalix a los más divertidos y deja a los muebles de Ikea que ni hablan dentro, di marcha atrás para intentar aparcar como una persona normal (sin que fuera en batería) envalentonada con que la calle estaba desierta y en lo que me puse oí una pita y al mismo tiempo un choque… Le dí al de atrás… Casi me da algo, pero más me dio al ver que salí del coche un huracán encabronado en forma de mujer pegándome gritos y llamándome poco menos que subnormal. Mientras oía sus gritos y me daba cuenta de la magnitud de la catástrofe (que no fue tal, pero hoy lo veo todo negro) vi al hijo de la mujer dando brincos como un loco de contento en la parte de atrás del coche, tendría unos cuatro años y ni silla ni nada, pero la subnormal era yo... Nunca me había pasado, no sabía ni donde tenía los papeles del seguro, ni como me llamaba, ni en qué país vivía. Y aquella que seguía gritándome. Mi Pakirrín no tenía ni un rasguño, pero el del Huracán Mich si, pero una raspadita de nada.

Llegué al trabajo atacada pero más por la bronca que por el choque. A la media hora me llama la energúmena (eso mismo pensará ella de mi) para pedirme mi matrícula… Llevo dos meses con coche y aun no me la se del todo, los números si, pero las letras dudo, pero ahí estuvo Dios (que a veces me escucha) para iluminarme. Al descubrir que era yo y no mi madre que es la titular del seguro, me dijo: “¿ah, pero eres tu la que me chupaste el coche esta mañana?” y tentada estuve de decirle: “señora, yo a usted esta mañana no le he chupado nada” pero me acobardé por si atravesaba el móvil para matarme.

Todo esto me está haciendo replantearme muchas cosas: ¿soy la nueva Tamara Falcó al volante? ¿por qué me compré un coche con lo feliz que era yo viviendo en transporte público? ¿será que la Pantoja va a ser gafe de verdad y no tendría que haber bautizado a mi coche Pakirrín?

Y todo por ir pensando en Gran Hermano.

viernes, 19 de septiembre de 2008

UNA HISTORIA DE AMOR


Él vivía en una pequeña isla. Como tanta gente, se sentía desubicado, no encontraba su camino. No era feliz.

Decidió irse al extranjero. Huir, pensarían muchos, de la familia, de la isla con la tediosa rutina que impregna los pueblos pequeños. De nuevo lo intentaba, ya que no era la primera vez que marchaba en busca de su vida.

Eligió Inglaterra de nuevo, un pequeño pueblo, verde, tranquilo. Tan parecido a la isla que dejó atrás, pero con el anonimato como aliado.

Encontró un trabajo que le gustaba, nada más llegar. Ese era su principal problema y al poco estaba solventado. Una familia que le acogió en su casa y que hoy en día siente como suya. Pero no sabía que hacer con su tiempo libre. Se aburría.

Habló con su jefe y le dijo que prefería trabajar también los sábados, que el fin de semana se le hacía interminable. Una compañera de trabajo le recomendó una página de Internet en la que ocupar su tiempo. Allí conoció a varias personas, pero seguía aburrido. A los pocos días una chica le llamó la atención: “muchas se notaban forzadas y como fingiendo, y a ella la noté natural. Ella era transparente, no sé, me gustó”, me contó él dos años después.
Empezaron a hablar a diario, se enviaron fotos, se gustaron. A los dos meses hablaban como si fueran novios. Ya había comenzado algo imparable: llamadas, emails, chateo, anhelos de conocerse…amor.

Ella vivía en la otra parte de mundo, pero no les importaba porque con lo difícil que es encontrar un amor, una compañera, no tenían derecho a quejarse ni por la distancia.

A los cuatro meses se subió a un avión para conocerla y pasar 45 días en un continente extraño, para probar si todo lo que sentían, se confirmaba en las distancias cortas.
Él llegó, se saludaron y la abrazó. En ese momento no recordaba que las muestras de amor no están bien vistas allí. Ella con disimulo lo apartó. Cuando llevaban cinco minutos juntos sentían que estaban unidos desde hacía años.

Ella, desde hacía años, iba a rezar a un Buda en la calle, costumbre de hombres y mujeres que buscan un buen esposo/a, allí pedía además, encontrar un amor que no fuera de su país, en donde los hombres son muy machistas. Él conocía la historia y al sexto día de estar juntos, ante ese Buda le pidió matrimonio regalándole un precioso anillo con dos brillantes. Ella le dijo un si rotundo.

Aun tuvieron que pasar dos años de ausencias, de viajes, de emails, de teléfonos, de desear que todo acabara y estar por fin juntos.

Este verano se casaron, enamorados, aliviados, deseosos de estar juntos. Eso aun no ha ocurrido, ella sigue en su país y él en Inglaterra. La burocracia les aleja, pero solo por unos meses. En Enero ella dejará su vida en su país y se unirán por fin.

Yo tuve la suerte de ver el penúltimo capítulo de esta historia de amor, estuve en su boda este verano, en Tailandia.

martes, 16 de septiembre de 2008

AGRADECIDA Y EMOCIONADA

Siempre me pasa lo mismo. Llevo más de una semana sin escribir y no es por falta de ganas, sino porque no me sale nada. Y mira que me pasan cosas. Estoy inmersa en una crisis- existencial-literario-bloguera, que tenía confundida con una depresión post-vacacional, pero que resultó que era vagancia y cero ganas de trabajar.

Alguno de mis fieles me llegó a estepar una frase que se me quedó grabada a fuego, que me indignó en los primeros instantes y que luego asumí por toda la razón que tenía. La frase decía: “tú lo que eres es una yonki del papel cuché y te la sopla el viaje”. Eso me hizo plantearme se soy en realidad una freaky del papel cuché y de la información en general.

En mi trabajo tengo días y semanas de mucho lío y otras épocas en las que hay muchos huecos en los que no hacemos nada y gracias a internet rellenamos esos espacios. Las primeras semanas ocupaba esas horas muertas en leerme todas las noticias de los periódicos nacionales (sigo con esa afición a la realidad en papel y en formato telediario, que las noticias son el mejor reality del mundo) y en mi email. Luego, se me hacía pesado y así fue como di con el Bolo de Mercedes Milá, luego llegó este blog. El otro día me daba cuenta de que tenía 5.000 visitas, y me sentí un pelín orgullosa, pero lo justito, no se me ha subido la fama a la cabeza… aun. Fue un momento “agradecida y emocionada, solamente puedo decir: gracias por venir”.

Y en estas estamos cuando el domingo empieza Gran Hermano 10… Siempre he visto GH, y no solo lo veo sino que lo digo, osea, que no voy por ahí de enterada y mentirosa diciendo que no lo veo por vergüenza…. La edición que a penas seguí fue la de Pepe y Dayron, y haciendo memoria, no recuerdo por qué no lo vi.

Antes que comience GH me pregunto si habrá frases irrepetibles del tipo: “¡Nadie!” de Bea la Legionaria, esa gran señora. El “no lloréis que me voy a casar con ella” o “lo nuestro es una simbiosis” del gran Jorge Berrocal, ese gran poeta. O esas conversaciones ininteligibles de las gemelas que siempre iban acompañadas de subtítulos. Pensé que el GH 9 iba a ser insuperable. Me encantó la forma de hacer un gran hermano dentro de otro y “engañar” a los concursantes. Pero el 10 es un número redondo y salvo catástrofe, me engancharé como todos los años.
¿Lo vivimos juntos?

martes, 9 de septiembre de 2008

DEPRE Y ENDUQUESADA

Tengo una depresión post-vacacional de caballo. El otro día oí que esta dolencia no existía y que solo era vagancia… Estupendo, soy una vaga.

He pasado unas vacaciones perfectas, mi viaje, lo que viví, lo que vi, lo que nos reímos, fue todo tan de película... Miro las fotos (unas dos veces al día y son 700, así que estoy fatal) y pienso que fue un sueño.

Uno de mis propósitos en el viaje era vivirlo en todo momento y ser consciente de donde estaba, atrapar cada instante, cada paisaje, cada coco que me bebía, cada playa en la que me tumbaba, cada pez entre el que nadaba… y si lo hice ¿por qué tengo la sensación de que todo pasó sin que yo estuviera allí?

No me sale nada, viví los mejores días que recuerdo en años y no me sale contar nada de Tailandia. Y no sé por qué.

Llego a Barajas el día 29 después de estar desconectada del mundo. Ansiosa de información de prensa rosa y necesitada de un chute de “Hola” y “Cuore” (para que lo voy a negar) me abalanzo al quiosco y miro atónita como la nueva nariz de Leticia copa todas las portadas. Como llegué corriendo como una loca, de refilón se me dio un aire a Michael Jackson. Si yo a la Leti la adoro y la vi así, cómo la habrá visto Peñafiel, me pregunté.

Al empaparme las revistas y ponerme al día, me doy cuenta que hay un tema que ha sido capaz de eclipsar el nuevo rostro de la Princesa: la No-Boda de la Duquesa de Alba (el término no-boda me fascina e intento usarlo a diario en mi vida cotidiana). Veo atónita la entrevista de Peñafiel (pintado como una puerta) y a una Duquesa que subtitulan lo que dice y yo no se por qué si se le comprende todo lo que habla, hay que concentrarse un poco, pero la terminas entendiendo. La veo, la escucho y no salgo de mi asombro. Pienso y escribo desde ese día como mi nick de messenger: “de mayor quiero ser como la Duquesa, pero con menos botox para que se me mueva la boca cuando hablo”.

Cayetana: que grande eres. Con 80 años y te quieres casar, y quieres viajar con tu amor, que te acompañe al cine y a los toros, no vivir en pecado… y a tus hijos no les va el plan. Tú que tal libre eres, que has hecho lo que te ha dado la gana toda la vida, que si tu casa se desmorona no te mata porque nunca estás dentro, que veraneas en Ibiza y con bikini de flores, que no te cabe una pulsera más en el pie, que en tu mundo los estampados de flores combinan genial con los cuadros escoceses… ¿por qué le haces caso a tus hijos? Cásate.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

UN PERSONAJE EN TAILANDIA

Me pasa algo extraño... Muchos me piden que ponga más fotos de Tailandia y que cuente mis vivencias y mi viaje. Otros están confusos con las anteriores fotos y piensan que sustituí el vestido rojo por el azul, lo que pasó es que fueron tres cermonias en un mismo día: la primera solo fue ir a dar comida a los monjes budistas, la segunda fue la ceremonia religiosa tailandesa en la que me puse ese vestido azul que alquilamos allí y la tercera fue la cena europea en la que me puse mi vestido rojo.

Pues lo raro es que viví los que probablemente hayan sido los mejores diecisiete dias de mi vida, y a mi solo me apetece hablar de la No-Boda de la Duquesa de Alba, de la nueva nariz de la Princesa Letizia, del supuesto padre del futuro hijo de la ministra francesa Rachida Dati, de la repentina boda de Alessandro Lequio con su ex-novia y de la inexplicable separación de Blanca y Fran Rivera. Supongo que será parte de la depresión post-vacacional en la que me encuentro sumergida, pero es lo que hay. Loca estoy por que llegue mañana para comprarme el "Hola" y leerme de principio a fin la entrevista de la Duquesa y su maduro e incomprendido amor.

Pero para parar el clamor popular, ahí va la segunda y última remesa de fotos de mi viaje con los comentarios pertinentes. Caerán algunos post más de Tailandia: hay tanto que contar... pero la vorágine del papel cuché y el panorama político americano con ese Obama que me fascina, coparán mis próximas entradas, si nada lo remedia.... Lo dicho, soy un personaje.


Este simpático simio es uno de los habitantes de Monkey Island, una pequeña parcela de playa y vegetación en medio del mar, totalmete habitada por monos. Son sociables ya que se alimentan de la comida que a diario les llevan los turistas. A este concretamente le vi tomarse un botellín de Pepsi sin respirar.


Uno de los maravillosos fondos de pantalla que hay en nuestro recorrido por Phi Phi Island, visto desde la lancha que nos llevaba.


En otra de las islitas en las que nos dejaban bucear y tumbarnos en sus arenas blancas, al sacar un trozo de pan o un plátano, cientos de peces se arremolinaban. Más que peces, pirañas, porque uno me dejó una cicatriz monísima en un pié. Esta es la mano de mi Príncipe, dándoles plátano, en la vida imaginé que un pez comiera plátano con esas ganas.


Esta playa solo está la mitad del día, según la marea. Nosotros fuimos por la tarde, cuando bajó la marea. Habíamos pasado por la mañana y no existía, era solo mar.


Altar budista con decenas de elefantes como ofrenda en plena calle.



Centro comercial en donde empezé a perder el control sobre mis actos y sobre mi Visa. Por culpa de estos lugares en los que impera el consumismo, voy a estar endeudada hasta el año que viene. Sírvase de ejemplo que en el viaje de ida llevamos 27kg de peso y dos maletas y a la vuelta vinimos con 75kg y cuatro maletas. Sin comentarios.





Recepción del hotelazo de cinco estrellas gran lujo en el que nos quedamos en Bangkok, donde se celebró la boda y que por cortesía de la madre de la novia que trabaja allí, éramos además clientes V.I.P. por un precio de risa.





Aquí celebramos mi cumpleaños con una cenita en el mayor rascacielos de Bangkok. Con estas vistas hasta se me olvidó que cumplía 32.




Frutas que nos llevaban a diario a nuestra habitación, acompañadas de canapés y chocolates y un centro de flores.



Una de las dos orquídeas que dejaban cada tarde sobre nuestras almohadas en el hotel. ¿A qué esta preciosa esta foto? La descubrí cuando ya nos habíamos marchado de allí. La había hecho mi Príncipe con una super cámara de fotos que se compró cuando a él también le poseyó la fiebre consumista. Una belleza.